Su vida actual se asemeja a la de muchos otros protagonistas del Maxibásquet. Pero la historia de Diego Dimarco tiene facetas interesantes, y como en una buena película, discurre en diferentes escenarios. Un pibe que supo ser rival y compañero de Luis Scola (con llegó a tener una amistad), soñó con vivir del básquet, fue bartender, vivió la pasión que genera el básquet en el interior del país, se fue a México y transitó el antiguo continente, para un día regresar y encontrar arraigo en un antiguo amor, para seguir disfrutando de su amor de siempre: la naranja.
Para Diego todo comenzó en los 90's, cuando se inició en el básquet del Club Imperio Juniors, donde Héctor Dimarco, su papá, que fue jugador del Negriblanco, lo llevó para que practicara algún deporte, aunque por razones que hasta hoy día se niega a revelar, no quería que su hijo se dedicara ni a la naranja ni a ser mecánico como él. Al ingresar al Club de Villa Santa Rita, Diego vio al que sería su primer ídolo de la infancia basquetbolística. En épocas en las que Michel Jordan, Magic Jonhson o Larry Bird atesoraban los favoritismos de los aficionados al básquet, Carlos De Negri, actual DT de El Talar de Devoto (y amigo incondicional), se tranformó en la referencia del incipiente jugador. Porque, claro, decidió jugar al básquet, y no tardó en sentir que estaba vinculado con la naranja desde más pequeño. Silvia Sorbo, su madre, fue quien le recordó que alguna vez había tenido una pelota en la mano, cuando acompañaba a su padre a jugar. Luego de un breve paso por la escuelita y el equipo premini B en 1990, en 1991 fue promovido al equipo Mini A, dados sus progresos personales, y participó encuentro de Minibásquet de Colón (Entre Ríos). Eso le dio la oportunidad de enfrentar y derrotar al elenco del Club La Armonía, de la provincia mesopotámica, que estaba invicto ese año y donde un tal Paolo Quinteros (el medallista de Bronce en Beijing 2008) hacía sus primera armas. Ya por aquel entonces Federico Morrone, uno de sus actuales compañeros, estaba junto a él, recorriendo los primeros pasos.
Pero sin dudas el mayor recuerdo de Dimarco de su etapa en el básquet de los tableros bajos llegó en 1992: Con 1 metro 65 de estatura y partidos donde encestó 60 puntos, Diego era una promesa en ese Imperio que arrasaba. En el torneo de aquel año, disputado en dos zonas, los Negriblancos perdieron apenas un partido ante el Ferro de Martín Leiva. Y el destino le tenía reservada una experiencia inolvidable: a alguien se le ocurrió armar un Mundialito de Mini-básquet, con Puerto Rico como sede, y a alguien más se le ocurrió agarrar a los jugadores más destacados del torneo capitalino para armar un representativo argentino. Imperio estuvo presente a través del propio Dimarco. Esa sería la primera de varias convocatorias a lo que en categorías formativas serían las selecciones de FeBAMBA. Pero aquella primera fue la que le permitió conocer a uno de sus amigos más famosos en el planeta naranja. Ciudad de Buenos Aires también tuvo su aporte para aquel Mundialito de Mini-básquet: un lungo al que todos auguraban un gran futuro, llamado Luis Scola, con quien Diego desarrollaría una amistad previa a que Luifa se transformara en lo que hoy es para el básquet argentino.
Con la adolescencia fueron llegando nuevas experiencias: preselecciones y selecciones de capital, y un fatídico puesto de jugador N° 13 de la selección de FeBAMBA de 1994, que fue un mazazo a sus sueños de llegar lejos. Pero siguió adelante. Jugó en Imperio hasta su primer año de cadetes, en 1995, para pasar a Ferro en 1996, donde compartió equipo con Leiva, Matías Chahab y Scola. Pero la odisea duró apenas un año, en el que alternó buenas y malas, para tener que irse a Vélez en 1997, iniciando un derrotero de casi un equipo por año, que lo llevó a GEVP en 1998, donde compartió equipo con Fernando Festa y Juan Pablo Zilla, hoy jugadores +35 de Parque. Ese miso año se recibió de maestro mayor de obra, y empezó la carrera de arquitectura, siempre jugando al básquet y trabajando un poco. Tres de Febrero, Ramos Mejía LTC, Villa Mitre, hasta un regreso fugaz a Imperio en 2004, fueron algunos de sus clubes. En el medio, la crisis del 2001 pegó fuerte en su familia, sus papás no podían ayudarlo para posibilitar que continuara adelante con las exigencias de la carrera y debió abandonar la Universidad. Dimarco recuerda que le costaba sentirse cómodo y, un poco más reflexivo con los años, reconoce que por cosas que no lo justificaban se la pasó cambiando de clubes. La Universidad de La Matanza, en 2005, fue el último destino dentro del micromundo de FeBAMBA. En 2006, con 26 años, empezó a probar suerte más lejos de casa. Hizo el curso de bartender y se fue a trabajar al Casino de Carmen de Patagones. Llegó una de las últimas oportunidades de vivir del básquet, cuando jugó para Deportivo Patagones, en la ciudad del Sur de la Provincia de Buenos Aires. El sueño duró poco, pero le dio la posibilidad de sentir la pasión que genera el básquet en el interior de la Argentina y salir campeón por primera y única vez en su carrera.
Para 2006 Diego ya sabía preparar buenos tragos y lo que se siente ser campeón:
En 2007 ya estaba de regreso en Buenos Aires, trabajando en el rubro gastronómico en los Aeropuertos. Un supervisor de LAN que vino desde el exterior, le vio potencial y se lo llevó a trabajar en el Distrito Federal de México, donde estuvo hasta 2010. De básquet, apenas despuntar el vicio y un lindo re-encuentro con Luis Scola, su amigo y ex compañero de selecciones infantiles de FeBAMBA y de cadetes en Ferro, que aprovechó que la competencia lo llevaba por tierrras aztecas para compartir una cena. Tras unos años sin contacto, se habían re-encontrado en 2005, cuando Diego era el DT de los mini del Club Villa Mitre, y uno de los sobrinos de Luifa era uno de sus pupilos. El consagrado pivot de la selección se apareció una tarde a buscar a su sobri, estuvieron hablando un rato y retomaron la comunicación.
En 2010 llegó el turno de irse al viejo continente. Matías Dimarco, su hermano, jugador de la serie B del baloncesto italiano, lo invitó a unírsele en Catanzaro. Hizo la ciudadanía, y mientras la hacía entrenaba en Catanzaro y surgió la posibilidad de jugar para el Crotone, equipo de Calabria que pugnaba por salvarse del descenso. Así, con 30 años entrenaba un poco junto a su hermano y otro poco en Crotone, mientras esperaba estar en regla para ser oficialmente jugador. Al final no se dió. El conjunto calabrés salvó la categoría y desistió de solicitar sus servicios.
El mismo ángel de la gastronomía que lo catapultara desde Buenos Aires hasta México volvió a tenderle una mano para trabajar en Andorra, con la idea del básquet cada vez más difusa. Una noche navegando por Internet, Facebook mediante, retomó el contacto con Cecilia Speranza, una chica a la que había conocido en el club en su infancia, había estado en su cumpleaños de 15, y a la que le dio su primer beso en el antiguo boliche "La Embajada", un tiempo después.
En 2011 llegó la hora de pegar la vuelta a la Argentina, donde empezó a estudiar la tecnicatura en Administración que le permite ganarse el pan de cada día como empleado, al tiempo que también es profesor de Simulación de Negocios y Economía en la enseñanza privada. Al poco de retornar se dio el reencuentro con Cecilia, donde nació el amor, fruto del cual nació Fiorella, previo al casamiento, que no podía dejar de tener epicentro en el Santuario de Santa Rita, donde Diego había sido bautizado, contrajo matrimonio y a su vez bautizaron a Fiorella. Naturalmente que el álbum de casamiento incluyó una parada en "El Coloso", como Diego sus amigos deniminan cariñosamente al estadio de Imperio.No pasó mucho para que Dimarco volviera a calzarse las botas, esta vez en el Club Armenio UGAB, en 2012, en la por entonces Primera B de FeBAMBA...
Cecilia y Diego, antes y después:
Ya para 2013 llegaría el turno del re-encuentro con Diego Amore, Pablo Green, Manuel Cuello, Ernesto Carbone y Federico Morrone, actuales compañeros en el club de Floresta, con quienes se empezaron a juntar a jugar al básquet en su amado Imperio Juniors, al que representaron en el Torneo Flex hasta 2015. Por esa época Diego comenzó a escribir, como hobby, un blog llamado "La calma è la virtù dei forti", donde hacía narraciones sobre los partidos que iban disputando. Ese fue el germen de sus deseos de escribir. La lógica de la vida, dio forma a la idea de armar un equipo +35 en el Negriblanco, que ya posee un team que actualmente participa del certamen +43 A. Pero el proyecto naufragó en 2016 (que Diego aprovecho para representar a Don Gato en ABA) y 2017, por la imposibilidad de contar con cancha. Recuerda que "éramos 12 jugadores del club, esperando tener la oportunidad de defender los colores que nos vieron crecer, pero no se dio". Así, 6 de los 12 jugadores Negriblancos decidieron buscar otros rumbos, con la mente puesta en pasarse al Maxibásquet. Empezaron a buscar club. hicieron contacto con Ariel Sarraute, de la célebre página Maxibasket Argentina, y éste los contactó con Juan Fosque (Argentinos Juniors) y Alberto Mandelli (All Boys). Las condiciones que se le plantearon al grupo en cada caso hicieron más viable recalar en Floresta, donde el grupo ex Imperio y la base del Albo 2016 acaban de clasificar para el grupo 1 de la segunda del torneo de Primera B, luego de un mal arranque pero con un muy buen sprint desde la mitad de la primera fase en adelante. Al iniciar la temporada 2017 en All Boys, y por pedido de sus amigos, Dimarco retomó las narraciones en el blog, pero ahora contando las peripecias con la camiseta del Albo, cosa que fue muy bien recibida por el plantel.
Maestro mayor de obra, arquitecto frustrado, basquetbolista empedernido, bartender, técnico en administración, docente, bloguero, esposo y padre. Hombre de mundo, polifácetico, un trotamundos Diego Dimarco. O tal vez un hombre que tuvo que esperar 35 años para saber dónde encontraría su centro. Lo que es seguro es que se lo puede disfrutar en cada fecha del torneo +35 en la que All Boys salte a la cancha.