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Su pasión por la naranja pareció extinguirse prematuramente, y tras hacer todas las inferiores en Club Morón, cuando era juvenil pasó un año por las filas de Argentino de Castelar, para colgar las botas con apenas 19 años. Nacido en Haedo, siempre fue un hombre de la noche, y su vida laboral se repartió entre el desarrollo de emprendimientos en el rubro gastronómico y la sociedad en bares y boliches, para terminar teniendo una empresa de maquinitas de peluche, esas que casi todos alguna vez operamos, fichín mediante, para intentar sacar un muñequito u otro premio para un hermanito, una novia o un hijo.
A los 28 años, los hermanos Marcelo y Alejandro Cassettai lo trajeron nuevamente al rectángulo de juego, pero esta vez para jugar en las filas de la contra: Deportivo Morón, cuyo plantel de primera integró compartiendo algunos minutos con un tal Nicolás Laprovittola, que debutaba entre los mayores con apenas 13 años. Así, llegaron sus 35 años, y Mariano debió afrontar el inexorable paso del tiempo y hacerse a la idea de que había que cambiar de categoría. Momentos de cambio los 35. Hacía terapia y tuvo que invertir dos sesiones de análisis para aceptar la idea de pasar al maxibásquet o (peor aún) jugar en veteranos, como se decía en aquel entonces. Potel recuerda que eso fue todo un tema, en especial a la hora de encarar a las minas: "no era lo mismo decir juego al básquet en la primera de..., que decir juego al básquet en veteranos". Pero una vez hecho el clic, cambió de aires y regresó con sus amigos de la infancia, que jugaban en Club Morón.
Al mismo tiempo que se transformaba en un maxibasquetbolista, nacía el actor +35: Paula, su hermana, se anotó (y lo anotó) en un taller de teatro. El destino lo encontró con aptitudes para la actuación y, mejor aún, con un desconocido disfrute en eso de personificar a otros. Pocos meses después, Potel finalizó el taller y quería más. El Club Morón tiene artistas de la naranja, pero también tiene gente vinculada con el mundo de la farándula. Fue Fernando Harguindey, compañero de elenco +35 en Morón, y que había actuado como mago, quien le acercó a Mariano una nueva opción para seguir el duro camino de triunfar en las tablas: estudiar improvisación teatral con Osky Guzmán, un ya reconocido actor de teatro y TV. Así continuó sus estudios, hasta que en 2007 oyó hablar sobre el stand up. El concepto lo atrajo y no dudó en tomar clases. Cuatro meses después, llegó la prueba de fuego, su primera rutina ante un público, integrado por familiares de los estudiantes, entre los que destacaban algunos conocidos cómicos, cuyos hijos también estudiaban. Los ojos de Mariano se iluminan un poco y cuenta que "subí al escenario, hice mi rutina, me bajé, y supe que quería ser comediante y hacer stand up el resto de mi vida". Desde entonces empezó a laburar cada vez más y más. Hizo cosas para Bendita TV, el ciclo conducido por Beto Casella, del que participa seguido; grabó en España, trabaja en Cruceros vacacionales donde es un turista más, salvo dos noches en las que sube a escena, y montó un unipersonal, llamado Ex-Symbol, donde encarna a un cuarentón, amante de la vida nocturna, que empieza a hacerse cargo de que está doblando el codo de la vida y lo que viene es en bajada, riéndose de esa realidad...
Mariano Potel, el basquetbolista que se convirtió en actor, el actor que nos hizo creer que era basquetbolista, o el tipo que se toma el básquet y la vida con humor...